26 diciembre, 2011

Change your mind.

Horas después de haber encontrado la nota, aquella nota que le había dejado su mejor amiga, su aliada y su hermana de espíritu, se dirigió al pequeño apartamento que, desde hacía unos meses, compartía con alguien especial.
Ese alguien no podía ser otra persona más que su hermana, esa pequeña y alegre desconocida que iba y venía a su antojo, pero que hacía incondicionalmente feliz a Key cuando se quedaba el tiempo suficiente a su lado como para acostumbrarse a su sola presencia.

No se teletransportó directamente en el salón, como hubiera hecho en cualquier otro momento, ya que andar, tomar el aire y, en general, despejarse un poco, no le iría nada mal.

La puerta de hierro de la entrada al edificio crujió ante el empujón de la joven, al igual que los escalones a cada paso y roce de sus botas.
La puerta de roble, que separaba el rellano de ese pequeño mundo que era su apartamento, parecía guardar silencio, un silencio que poco gustó a la morena.

No poseía las llaves del piso, una precaución impuesta por ella misma, ya que solía perder cualquier objeto que llevase encima, así que, esta vez sí, "saltó" al interior de la estancia.

Ya a primera vista, y observando a través de la penumbra, pudo comprobar que algo no iba bien. Enseguida se disparó su instinto protector, así como era ella, y recorrió el pequeño piso en cuestión de segundos (Literalmente, además. Recordemos sus habilidades).

Nada, ni rastro. Como si nunca hubiera vuelto a formar parte de su vida. Su hermana se había vuelto a marchar, como tantas otras veces, sin decir adiós, o, al menos, dejar alguna nota. Nada.

Nokomis sonrió:
-Esa enana y su inquietud... -Se llevó las manos al cabello, acomodándoselo con algo de torpeza, pero era un gesto que se le había pegado de la pelirosa.

No se enfadaría. Era algo que hubiera pasado tarde o temprano. Esa mocosa que tenía por hermana tenía su vida y sus sueños, y era imposible atarla a cualquier lugar, o a cualquier persona. Le recordaba tanto a ella hacía lo menos sesenta años...
Y ahora se dedicaba a recordar, simplemente, como si no le quedase vida por delante.

-¿Cuándo me he vuelto tan aburrida? Esta monotonía... ¿Cuándo fue que la acepté?

Una mueca afea el rostro de la muchacha por unas décimas de segundo, y desaparece con la misma rapidez cuando agita su cabeza, en un intento por despertar a la Key aventurera que parecía haberse quedado dormida en su interior.

-Si he de quedarme sola por un tiempo, que me sirva de algo...

Una risilla ansiosa y divertida sale de entre sus dientes, mientras toma buena cuenta de lápiz y papel.


"Querida hermana,
si estás leyendo esto, es porque ya has regresado, y yo no estoy aquí.
He decidido aprender de ti, y sentirme libre de nuevo. Quiero seguir conociendo este mundo que siempre he llamado hogar.
Muchos son los que han desaparecido de mi vida, y, además, de una manera demasiado seguida. Pero he decidido no deprimirme. He de seguir adelante mientras espero a que todos regreséis. Porque os voy a esperar, a ti, a Yas, a Will, a Ryoga... A todos.
Tú sólo quédate aquí cuando vuelvas. Seguiré pagando el alquiler aún en mi ausencia.
Cuidate, y sé buena con la vecina. Pobre mujer, que siempre la sacas de quicio...

Te quiere, tu hermana, Nokomis."




Una suave brisa recorre la estancia, un olor a mora que endulza el ambiente, cuando la joven desaparece, sin más. Una nota, blanca e impoluta, queda colgando de uno de los extremos de la lámpara que adorna la esquina de la entrada, mientras que un delicado lazo negro envuelve y acaricia la enrevesada caligrafía de aquella chica tan especial.

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