-No te pongas así -El animal observa de reojo a su nueva compañera y vieja conocida-. Estoy bien. En unas horas me encontraré mejor.
La sonrisa de la joven no tranquiliza a su nuevo amigo, que se acerca a ella y le ayuda a incorporarse.
-Al final no ha sido tan difícil sacarte de ahí -Se atusaba el pelo, completamente negro de nuevo. Un suspiro escapa de entre sus labios, mientras, como si de un truco de magia se tratase, saca de entre su largo, y ahora suelto, cabello, un lazo negro-. Esto es para ti.
Con una pequeña y débil sonrisa, toma una de las patas delanteras del felino y ata el lazo a la misma, que se funde entre su pelaje como si formara ya parte de él.
Es en ese momento cuando un susurro llega a oídos de la morena. Una voz gutural, masculina y autoritaria, pero, a la vez, con un toque mal disimulado de ternura.
"El que debería darte las gracias tendría que ser yo, ya que tú has sido la que me ha sacado de ese horrible lugar..."
Los ojos achinados de ella se agrandan, mostrando un leve destello de curiosidad. No era la primera vez que un animal le hablaba, no había más que ver a su amigo Will, un alocado jaguar que podía adoptar forma humana. Pero aquello era diferente. Aquella voz, que había sonado en su cabeza como una caricia, le atraía con una magia que nunca antes había sentido.
Simplemente sonrió y se abalanzó sobre el tigre, achuchándolo entre sus brazos, todavía un poco tostados, y también débiles.
-¡Sabía que eras especial! ¡¿Pero cómo es todo esto posible?! Seguro que no eres un tigre normal y corriente, ¡porque vamos! Los tigres no hablan. ¡Y yo poderes no tengo!
Una risilla sonó en algún recoveco de la mente de Key.
"Puedes llamarme Garu. Y, si aprendes a controlar esos impulsos que te dan, y en los que no paras de hablar, te cuento mi historia, Nokomis."
La muchacha aguantó la respiración, algo infantil, cosa que hizo que se mareara, teniendo en cuenta lo débil que se encontraba en esos momentos.
Se tumbó en la arena, pero sin dejar de mirar a su nuevo amiguito, Garu, quien le relató su historia, en un suave susurro.
"Ahora estás agotada, y todo por ayudarme. Deja que yo vaya a buscar ayuda. Y no te preocupes, traeré a alguien de confianza."
Lo último que vio la morena antes de cerrar los ojos y quedar inconsciente, fue el hocico de Garu, su nuevo aliado, un dios que, sin saber muy bien porqué, había terminado llegando a ella.