Y la muchacha lloraba como una magdalena.
Hacía apenas unas pocas horas que había llegado a la mansión, y lo único que encontró fue oscuridad, silencio y vacío, un vacío que poco a poco fue calando en su corazón, y en su alma.
La voz de su mejor amiga retumbaba en su cabeza; su risa y su siseo, sus suspiros y bufidos.
No podía creer que una carta pudiera resumirlo todo. Un folio por delante y por detrás era lo único que había dejado la pelirrosa para ella. Eso, y ese enorme caserón, frío y solitario sin ese rayo de luz que la muchacha aplicaba con su blanca sonrisa.
"Noko, Noko, Noko mía,
tú fuiste mi primera amiga de verdad, y siempre lo serás.
Espero que entiendas mi decisión de encerrarme en los bajos fondos.
¡Ya sabes que te echaré muchísimo de menos! Y espero volver para verte, y pegarte un fuerte abrazo, amiga mía. Sabes que podrás quedarte en esa enorme casa siempre, es tuya, la puse a tu nombre hace mucho tiempo. Ten fe, querida amiga, siempre estaré a tu lado, aunque no esté presente, siempre te voy a proteger.
Cada vez que veas la luna, ahí estaré yo, iluminando tu camino.
Te quiere, Yasmín."
Hizo añicos la nota, no sin antes haber dejado marcado el dolor que sentía, en forma de lágrimas oscuras. Corrió hacia el piso superior. La puerta de roble que daba paso a la habitación de Yas estaba entreabierta, y su aroma todavía seguía vigente en el ambiente. No se asustó por el crujir de la puerta al abrirse del todo; ni por la blancura de la luna, que asomaba por la ventana; pero, tal y como imaginaba, la estancia estaba tan vacía y desprovista de vida como el resto de la casa.
-Yas... -El susurro, y luego un suspiro, rompieron el silencio, que la brisa provocada por las dos coletas de la muchacha se esmeraba en acompañar- Te voy a echar de menos...
Sonrió, esperando ya el día en el que volviese a ver los cabellos rosados de la vampiresa cubrir su rostro al abrazarse ambas y fundirse en una.
Para ella, aquel nombre siempre sería sinónimo de "eterna amistad".
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