El zoológico. Lugar en el que los críos se vuelven locos con cada animal, chillando a los que duermen para que les diviertan, como si de simples marionetas se tratasen, y tirando comida a los gordos, como si quisiesen que lo fuesen todavía más.
Esto y otras muchas cosas le eran en parte indiferentes a Nokomis; lo que verdaderamente iba a ver era a un animal en concreto.
El tigre era sin duda su animal favorito, y ver cómo la gente le trataba de esa manera le ponía de los nervios.
Llegando a la zona deseada, las puntas de su cabello negro se ondulan, y sus ojos buscan al tigre de Bengala expuesto en aquel zoo.
El felino alza su cabeza al verla, acercándose a los barrotes para saludarla. Definitivamente se conocían, aunque solo ellos dos supiesen el por qué. La chica alarga el brazo, ajena a la gente que les observa y a los carteles que prohíben el acercamiento excesivo a los animales. Acaricia el hocico del animal, mientras éste ronronea, feliz de volver a verla.
-¿Qué tal todo, viejo amigo?
Susurra la chica, haciéndole dulces carantoñas.
El animal buscaba su mano con el hocico, ronroneando como si de un cachorro se tratase. Parecía manso, al menos con la joven de cabellos azabaches.
-Sabes que me gustaría sacarte de aquí, pero es peligroso... -Susurró, acercándose todavía más a los barrotes- Encontraré una manera para hacerlo sin que nos convirtamos en fugitivos, ¿vale...?
El animal bufó y Key, por su parte, mostró una amplia sonrisa.
En eso, alguien más se abre paso entre los curiosos: el guardia del zoo, alarmado al oír que alguien estaba jugando con los tigres.
Alzando la voz, casi chillando, tomó a Key del brazo y tiró con brusquedad, echándole la bronca por el hecho de que, en cualquier momento, el tigre se podía abalanzar contra su brazo y arrancárselo.
Ella rodó los ojos, sin más, y meneó la mano en el aire, restándole importancia al asunto, pero, a la vez, despidiéndose también del felino, que intentaba asomar la cabeza entre los barrotes.
A medida que el guardia le sermoneaba, la muchacha rodaba los ojos, y clavaba su mirada en el tigre de Bengala, cuyos ojos esmeralda, a su vez, estaban clavados en los de la joven. Se echaban de menos, era evidente...
Ella asentía sin más, sin escuchar, hasta que el guardia pareció cansarse y con un "Que no vuelva a ocurrir, puede ser peligroso", se marcha.
Noko siguió sus pasos con la mirada, hasta que desapareció entre la multitud y las jaulas.
Se relamió los labios, dispuesta a acercarse de nuevo a su amiguito enjaulado, cuando nota que alguien se acerca a la zona, y se situa entre la verja de los tigres y los visitantes, dispuestos a obstaculizar el paso a los demasiado curiosos, como Key.
Horas después de haber encontrado la nota, aquella nota que le había dejado su mejor amiga, su aliada y su hermana de espíritu, se dirigió al pequeño apartamento que, desde hacía unos meses, compartía con alguien especial.
Ese alguien no podía ser otra persona más que su hermana, esa pequeña y alegre desconocida que iba y venía a su antojo, pero que hacía incondicionalmente feliz a Key cuando se quedaba el tiempo suficiente a su lado como para acostumbrarse a su sola presencia.
No se teletransportó directamente en el salón, como hubiera hecho en cualquier otro momento, ya que andar, tomar el aire y, en general, despejarse un poco, no le iría nada mal.
La puerta de hierro de la entrada al edificio crujió ante el empujón de la joven, al igual que los escalones a cada paso y roce de sus botas.
La puerta de roble, que separaba el rellano de ese pequeño mundo que era su apartamento, parecía guardar silencio, un silencio que poco gustó a la morena.
No poseía las llaves del piso, una precaución impuesta por ella misma, ya que solía perder cualquier objeto que llevase encima, así que, esta vez sí, "saltó" al interior de la estancia.
Ya a primera vista, y observando a través de la penumbra, pudo comprobar que algo no iba bien. Enseguida se disparó su instinto protector, así como era ella, y recorrió el pequeño piso en cuestión de segundos (Literalmente, además. Recordemos sus habilidades).
Nada, ni rastro. Como si nunca hubiera vuelto a formar parte de su vida. Su hermana se había vuelto a marchar, como tantas otras veces, sin decir adiós, o, al menos, dejar alguna nota. Nada.
Nokomis sonrió:
-Esa enana y su inquietud... -Se llevó las manos al cabello, acomodándoselo con algo de torpeza, pero era un gesto que se le había pegado de la pelirosa.
No se enfadaría. Era algo que hubiera pasado tarde o temprano. Esa mocosa que tenía por hermana tenía su vida y sus sueños, y era imposible atarla a cualquier lugar, o a cualquier persona. Le recordaba tanto a ella hacía lo menos sesenta años...
Y ahora se dedicaba a recordar, simplemente, como si no le quedase vida por delante.
-¿Cuándo me he vuelto tan aburrida? Esta monotonía... ¿Cuándo fue que la acepté?
Una mueca afea el rostro de la muchacha por unas décimas de segundo, y desaparece con la misma rapidez cuando agita su cabeza, en un intento por despertar a la Key aventurera que parecía haberse quedado dormida en su interior.
-Si he de quedarme sola por un tiempo, que me sirva de algo...
Una risilla ansiosa y divertida sale de entre sus dientes, mientras toma buena cuenta de lápiz y papel.
"Querida hermana,
si estás leyendo esto, es porque ya has regresado, y yo no estoy aquí.
He decidido aprender de ti, y sentirme libre de nuevo. Quiero seguir conociendo este mundo que siempre he llamado hogar.
Muchos son los que han desaparecido de mi vida, y, además, de una manera demasiado seguida. Pero he decidido no deprimirme. He de seguir adelante mientras espero a que todos regreséis. Porque os voy a esperar, a ti, a Yas, a Will, a Ryoga... A todos.
Tú sólo quédate aquí cuando vuelvas. Seguiré pagando el alquiler aún en mi ausencia.
Cuidate, y sé buena con la vecina. Pobre mujer, que siempre la sacas de quicio...
Te quiere, tu hermana, Nokomis."
Una suave brisa recorre la estancia, un olor a mora que endulza el ambiente, cuando la joven desaparece, sin más. Una nota, blanca e impoluta, queda colgando de uno de los extremos de la lámpara que adorna la esquina de la entrada, mientras que un delicado lazo negro envuelve y acaricia la enrevesada caligrafía de aquella chica tan especial.
Hacía apenas unas pocas horas que había llegado a la mansión, y lo único que encontró fue oscuridad, silencio y vacío, un vacío que poco a poco fue calando en su corazón, y en su alma.
La voz de su mejor amiga retumbaba en su cabeza; su risa y su siseo, sus suspiros y bufidos.
No podía creer que una carta pudiera resumirlo todo. Un folio por delante y por detrás era lo único que había dejado la pelirrosa para ella. Eso, y ese enorme caserón, frío y solitario sin ese rayo de luz que la muchacha aplicaba con su blanca sonrisa.
"Noko, Noko, Noko mía,
tú fuiste mi primera amiga de verdad, y siempre lo serás.
Espero que entiendas mi decisión de encerrarme en los bajos fondos.
¡Ya sabes que te echaré muchísimo de menos! Y espero volver para verte, y pegarte un fuerte abrazo, amiga mía. Sabes que podrás quedarte en esa enorme casa siempre, es tuya, la puse a tu nombre hace mucho tiempo. Ten fe, querida amiga, siempre estaré a tu lado, aunque no esté presente, siempre te voy a proteger.
Cada vez que veas la luna, ahí estaré yo, iluminando tu camino.
Te quiere, Yasmín."
Hizo añicos la nota, no sin antes haber dejado marcado el dolor que sentía, en forma de lágrimas oscuras. Corrió hacia el piso superior. La puerta de roble que daba paso a la habitación de Yas estaba entreabierta, y su aroma todavía seguía vigente en el ambiente. No se asustó por el crujir de la puerta al abrirse del todo; ni por la blancura de la luna, que asomaba por la ventana; pero, tal y como imaginaba, la estancia estaba tan vacía y desprovista de vida como el resto de la casa.
-Yas... -El susurro, y luego un suspiro, rompieron el silencio, que la brisa provocada por las dos coletas de la muchacha se esmeraba en acompañar- Te voy a echar de menos...
Sonrió, esperando ya el día en el que volviese a ver los cabellos rosados de la vampiresa cubrir su rostro al abrazarse ambas y fundirse en una.
Para ella, aquel nombre siempre sería sinónimo de "eterna amistad".
Y yo ahora me pregunto... ¿Qué hubiera sido de mí si nada de lo ocurrido en mi pasado hubiese tenido lugar? Mi secuestro, los cambios en mi cuerpo, mi inmortalidad repentina, el haberle conocido a él, a mi amor verdadero, y al único que siempre consideraré como tal.
Ese es uno de mis fallos. Por más que lo intento, él sigue en mi mente, atormentándome con su embaucadora sonrisa, llamándome a recordarle. Y es que eso es lo peor. A pesar de que sé que me utilizó, y que aún sé que sigue con vida, en algún lugar del mundo, deseando acabar conmigo y con mi hermanita, yo le quiero, con todo mi oscuro corazón...
Y es por eso que escribo esto en las paredes de mi habitación.
"Es una sensación extraña. Un vacío, un nada. Desde que te fuiste, no hay más. Sigo preguntándome qué hice, en qué fallé. Cada mañana nace una nueva esperanza al creer que hoy es el día. Que aparecerás por esa pequeña puerta para decirme: "Lo siento, me equivoqué. Te quiero". Me encantaría poder decirte que te echo de menos. Que nunca ha habido otro y que nunca lo habrá."
Con cada letra sangro, y con cada palabra lloro.
¿Dónde estás? Dime, ¿qué será de mi vida si no vuelves? Nadie sería capaz de sustituirte, de llenar el vacío que dejaste en mi interior. Sólo tu nombre sería capaz de darle sentido a mi vida. Solo tú, y nadie más, Zachary.
Empezó a sollozar, aliviada de que Daniel la hubiera atrapado y la hubiera salvado. Nunca, por muchas vidas que hubiera vivido, lo había amado tanto como en ese momento.
-¿Estás bien? -susurró Daniel con voz suave y los labios muy cerca de los de ella.
-Sí. -Luce oía el batir de sus alas-. Me has cogido.
-Yo siempre te cogeré cuando caigas.
OSCUROS. El poder de las sombras.
Los dedos pálidos de la joven recorrieron aquellas últimas palabras, que coincidían con el final de la página.
"Yo siempre te cogeré cuando caigas".
Sus labios y su ceño se fruncen, mientras intenta ponerle voz, melodía, banda sonora, a la frase. Pero no hay manera. Ese "siempre" no cuadra. No en su cabeza.
¿Desde cuándo se hacían promesas tan claras y precisas? Ese tipo de promesas siempre terminan rotas...
Pero claro, aquello era una novela. ¿No es en las novelas y en las películas dónde siempre "viven felices y comen perdices"? En la vida real todo es distinto...
Suavemente, sesga su cabeza hacia un lado, cayendo por inercia sobre el blando colchón. Sus piernas, anteriormente cruzadas, se encogen, rodeadas por los brazos de la muchacha. Sus labios se entreabren, mientras una melodía suena en su cabeza, y sale de su boca; quizá menos bella, pero más sentida...
Uno no siempre consigue lo que quiere. Y, cuando lo hace, no siempre se siente todo lo bien que pensaba que se iba a sentir. Bien porque no te llena el resultado, o porque las cosas se tuercen de una manera que no te gusta.
Pero te tienes que resignar... ¿Qué otro remedio te queda?
Lo importante, al fin y al cabo, es que tus seres queridos sean felices.
Si ellos lo son, yo también.
O eso quiero pensar.
Parecía que todo había cambiado, pero cada cosa seguía en su sitio. Aquella casona en la que vivía con su mejor amiga, aquel trabajo a tiempo indefinido que tan bien se le daba, su dulce soledad, sólo su aspecto era diferente... ¿Seguro?
En el momento en el que Noko tomó la decisión de volver a ser ella misma, ya nada volvería a ser como era. Pero todo lo ocurrido no tenía relación alguna con su nuevo aspecto. No, claro que no. Una serie de hechos que no hacen más que empeorar la situación de la pobre Key. O mejorarla, según cómo se mire.
Y cuando hablo de hechos, hablo de personas. Algunas se van, y otras tantas llegan. En esta ocasión, tras varios días sin saber nada de ellas, Key da por desaparecidas a su jefa y a su protegida. Tanto sacrificio por cumplir con su deber, por cumplir con su amistad para con la joven muchacha peliverde, para que ahora le dejasen tirada en la estacada. Sus razones tendrían, claro que sí. Pero, al menos, dejar una nota no hubiera estado mal...
Ahora, tendría que buscarse otra manera de ganarse la vida.
-¿Robar de nuevo? Sería una opción... Pero... ¡Con lo mal que se me da! Siempre terminan descubriéndome... Aunque eso tampoco ha sido nunca un problema, huir es mi fuerte.
Pobre... Ahora que parecía poseer una situación más o menos estable...
-Dar clases de... no. Abrir una tienda de... no, definitivamente no. ¡Aaaaah! ¿¡Cómo lo voy a hacer!?...
"No se nos permite perdurar, ni aun en aquello más íntimo."
Mis manos recorrían cada milímetro de mi rostro, estirando la piel, arrugando mi nariz, pellizcando mis labios. La cosa había salido bien. El hecho de "hacerme emo", como ya habían bromeado algunos de mis amigos, había dado resultado. Al expulsar toda la sangre de mi cuerpo, el programa líquido que envuelve mi cerebro e impregna mi pelo de un color negro intenso, la sustituye, y yo vuelvo a ser yo. Mi pelo vuelve a ser rubio, tal y como era antes, y mis ojos se tornan ambos verdes, haciendo que me sienta más yo que nunca.
Pero no puedo dejar de observarme en el espejo. Algo no ha ido bien, no he tenido esto en cuenta. Mi... mi piel, se ha vuelto morena. ¡Como si me hubiese tostado al sol! Pues igual. ¡Esto no entraba en mis planes! Estoy rarísima... Tardaré en acostumbrarme. Pero... al fin vuelvo a ser yo.
Mi verdadera yo, la que tanto ansío volver a ser...
Tras mi cambio de apariencia, Yas me llevó de compras, por todas aquellas tiendas góticas, y que ahora están tan de moda. Me eligió vestidos, pantalones ajustados, corsés, tacones... Todo a su estilo. Me hace gracia... la forma en la que quiere volverme más femenina... En el fondo, se lo agradezco. Siempre se está preocupando por mí.
Pero bueno, me voy del tema...
El caso es, que estuve rebuscando entre mis cosas, encontrando, al fin, mi ropa. Sí, aquella que me ha acompañado siempre, desde que abandoné los laboratorios. Evidentemente, no me cabe, ya lo he comprobado... Pero lo importante y lo que me ha llevado a rememorar el pasado no es eso, sino la fotografía que encontré en mis desgastados shorts negros.
Era yo... mi verdadera yo. La que sería si no fuese... por eso que me corre por dentro.
Hacía tiempo que... había olvidado el verdadero color de mi pelo...
Me alegra... haber encontrado esta fotografía.
Hace que... no me olvide de lo bueno que todavía hay en mí.
-Muchas cosas me pasan a lo largo de mi estancia en este mundo. Mi larga e interminable estancia. Conozco a mucha gente, y otras tantas personas se apartan de mi lado. En esta ocasión, la historia no va conmigo... sino con ella.
Por fin, Key había encontrado trabajo. Después de tantos y tantos años robando para poder sobrevivir. Sus poderes le ayudaron bastante, para qué mentir; pero nunca se le terminó de dar bien eso de hurtar.
Había conocido a una niñita, perteneciente a una reconocida familia por aquella zona de Italia, lugar en el que se había establecido por un tiempo. Ay... sí, aquella chiquilla, Chiara, formaba parte de la familia Fiorotto, eternamente enemigos de los Eis. Pero bueno, eso, es caso e historia a parte....
Tras entablar una bonita y preciosa amistad, Key le entregó una parte de su alma, en forma de lazo negro. Le había cogido mucho cariño a aquella joven, y ese lazo era la forma más bonita y más profunda que tenía de demostrarle lo mucho que significaba ahora para ella.
Tras hablar con la cappo de la mafia, pasó a ser la protectora de aquella joven, Chiara. Pero... su protección, no sirvió de mucha ayuda...
Tras varios enfrentamientos, en los que fue envenenada, y mordida, mordida por los colmillos de un vampiro, la joven peliverde terminó por acudir a Key, tarde, pero acudió.
No había más opción que la muerte para poder enmendar aquellos errores del destino. Key estaba segurísima de que la familia de su nueva, y ahora futura difunta, amiga se encargaría de ella tras lo que iba a hacer, pero no le importaba. Encontraría la manera de devolverle la vida, fuese como fuese, aquella joven tenía que vivir, era especial para ella.
Finalmente, cumplió con su cometido, y con la petición de Chi de acabar con su vida. Y... todo quedó patas arriba. Marianne, la cappo, aparentemente en calma, tomó a Key del pelo, arrastrándola hasta los calabozos. Key guardó la calma, toda ella estaba en calma, y en paz por lo que había hecho. Cuando Marianne se hubo calmado, logró poder explicarle la situación.
Antes de acabar con la vida de la joven, Key se había asegurado de tener bien claro cómo devolverle la vida. La clave estaba... en ese pequeño lazo negro, que anteriormente le había entregado. En él, habitaba una parte de su alma. Nokomis, sacrificaría parte de su propia vida, por la muchacha.
Mientras Chiara no se quitase el lazo, ya fuese colocado alrededor de su muñeca, o alrededor de su cuello, éste le proporcionaría la energía necesaria para seguir viviendo; independientemente de si Key siguiese viva o no, pues aquel trozo de alma, ya no formaría parte de Key, sino de Chi.
Pero... ¿qué pasaba con Key?
-Evidentemente, cambié. Que me quitasen un pedazo de mi alma no iba a ser en balde... ¿no?
Parte de los años vividos por Key, fueron transmitidos al lazo, lo que hizo que, su apariencia, la de una muchacha de dieciséis años, pasara a ser la de una joven de diecinueve. Sus piernas se alargaron, sus pechos se multiplicaron, su rostro se hizo más adulto, su voz menos aguda, más mujer...
Todo lo que ella había estado deseando... dejar de aparentar ser una cría.
-Me gustaría que supiesen que mereció la pena...
Key lo da todo por sus seres queridos. Incluso su propia vida.
Intentando recordar aquellos tiempos, aquello que fui. Mi mente retorna al pasado, a un pasado hermoso. A un pasado feliz. Pero no puede hacer más. Por mucho que recuerde, nunca podré volver, con ellos. Allí...
Por lo menos me gustaría volar. Dejar todo atrás y sumergirme en el mar de nubes; que me envuelven, que me esconden, que me guían. Salir de esta oscuridad para ir hacia la luz.
Y ya de paso quemarme. Quemar esta sensación de abandono, esta sensación de olvido...
La edad se dice rápido, pero el tiempo pasa aún más rápidamente.
Gente nueva y gente que se va. Gente que te quiere y gente que te desprecia. Gente que te muestra su cariño y gente que no.
Estoy rodeada de gente, pero sólo puedo pensar en ellos.
¿Por qué? ¿Por qué siento esta angustia en el pecho? No hay motivos. No hay razones por las que llorar. Y, aún así, las lágrimas insisten en cubrir mis mejillas, empañar mis ojos y romper mi alma.
Dulce depresión; encerrarse y no salir al mundo exterior, aquel que tanto miedo me da.
Nada importa, ¿para qué? Nada tiene sentido. Todos se han ido. Nadie llega a comprenderme; nadie se molesta en querer comprenderme. Bueno, tal vez ahí mienta...
Mi vida es infinita, y ese es mi mayor tormento. Pensar que nunca se acabará, y que terminaré quedándome sola.
¿Para qué esforzarme, entonces? No tendré con quién compartir mi inmortalidad.
Estaré sola hasta el fin de mis días, hasta el fin del mundo.
A no ser, que termine con mi vida.
Pero, para ello, tendría que encontrarla, y matarla a ella también. Mi pequeña... y dulce hermanita. No sería justo. Ella no se lo merece.
-¿Cómo se dice? -Observaba con nerviosismo mis manos, colocadas con delicadeza sobre su pecho.- Dime. ¿Cómo se dice? -Volví a preguntar, con insistencia.
-¿Cómo se dice qué?
-Pues qué va a ser... -Le miré, algo confusa. A mí me parecía tan obvio...- ¿Cómo se dice "te quiero"?
Él me miró, algo extrañado, aunque respondió a mi pregunta con tranquilidad.
-Pues... Te quiero.
Suspiré, bajando mi rostro. Me rodeó los hombros, en un abrazo cariñoso y lleno de amor.
-¿Por qué me haces ahora preguntas tan raras?
Me desesperé, pues en su rostro se dibujó una sonrisa, demasiado socarrona para mi gusto. Aparté la mirada, molesta, aquello era muy importante para mí, y él parecía no verlo. Tomó mi mentón y acercó mi rostro al suyo, casi rozando nuestros labios. Noté cómo empezaba a sonrojarme, no sabía a ciencia cierta si de vergüenza o de rabia, pero finalmente le contesté.
-Solo necesitaba oírlo decir de tus labios... Aunque las palabras no saliesen de tu corazón.
Cerré los ojos; en verdad el sonrojo era de vergüenza, empezaba a darme cuenta. Sin más, noté el roce de sus labios, cálidos. Pero cuando me fue a besar... se desvaneció.
Caí arrodillada sobre la arena. Una vez más le hice aparecer, aunque no fuese el real, volví a verle, y me volvió a decir que me amaba. Otra vez volví a escuchar su voz, a pesar de que la dulzura de sus palabras no era la misma.
Maldito lugar... Tan hermoso, tan bello y tan perfecto... Deseaba hacerle aparecer de nuevo. Pero ya era suficiente; si no regresaba, no querría volver nunca más, y aquel mundo no era real, por mucho que existiese, por mucho que yo lo crease.
Así que, una vez más, abatida, abandoné mi playa artificial, para volver al doloroso mundo real.
★ Está claro que el cielo, pues, cuando atrapas al mar entre tus manos, se vuelve transparente.
Eso es porque nos teme.
♥ El mar es azul porque quiere ser como el cielo. Lo ama, cuando al mar le quitas un pedazo lo separas de todo...
El cielo es pretencioso y egocéntrico, nos mira desde lo alto y no baja a besar al mar.
Tal vez el cielo sea más azul, pero el mar es más hermoso y sincero.
★ Pero has de tener en cuenta que el mar es algo quisquilloso. ¿Por qué debería bajar el cielo? ¿Por qué no sube el mar, si tanto le ama?
♥ No puede, está atado. Pero el cielo baja de vez en cuando.
La niebla. El beso del cielo con el mar.
Un trueno o un rayo que cae en medio del agua.
Una caricia, un ligero contacto. El cielo tiene manos, el mar no.
★ Entonces...
Te contradices a ti misma. Acabas de contradecir tus anteriores palabras.
Dijiste que el cielo es pretencioso y egocéntrico.
Si te digo la verdad... mi opinión es... que tanto el mar como el cielo son la prueba natural de un amor imposible; se quieren, se desean, se observan. Pero, como en todo amor de este tipo, se besan cuando nadie mira, como bien has dicho tú, cuando las nubes descienden, creando la niebla; se dedican fugaces caricias, cada vez que un rayo aparece, o cuando un huracán les une; y están en plena armonía, cada uno imitando la apariencia del otro... el cielo se oscurece cuando es de noche y el mar se pinta de azul cuando es de día...
Un amor imposible, pero bello al mismo tiempo.
♥ Pues yo creo que los amantes no deberían tener miedo a ser observados.
Al fin y al cabo, el amor es incontenible. ¿Quién puede frenar un beso? ¿O separar dos corazones si no es...
...matando a uno de ellos? Y el otro siempre estará enamorado.
El mar y el cielo acabarán juntándose, ¿verdad?
Los enamorados están locos, se vuelven bohemios, vividores y sufridores, con la sola intención de vivir una ilusión. Juran eternidades y se aman con locura. Claro, están locos...
★ Lugar de nacimiento: Japón. No recuerda la ciudad exacta.
★ Familia: Sus padres fallecieron hace ya mucho tiempo.
Tiene una hermana, Michi, pero ambas eligieron ser independientes la una de la otra.
★ Apariencia: Sus cabellos son largos en exceso, de un color negro azabache, intenso, y suele llevarlos recogidos de vez en cuando en dos coletas altas.
Sus ojos, achinados por su procedencia, son muy particulares, debido a su heterocromía: el derecho es morado, mientras que el izquierdo es verde. Tiene una nariz relativamente pequeña y algo achatada, y unos labios finos, el inferior bastante más carnoso que el superior.
No es que pueda presumir mucho de delantera, pero tiene unos pechos bonitos, redonditos, y ni muy pequeños ni muy grandes. La parte que más odia de su cuerpo, son sus muslos. De pies, manos y orejas pequeñas, y curvas marcadas.
Es de complexión delgada, y puede parecer muy delicada. Su piel es de un rosa blanquecino, en contraste con su pelo. Posee dos rajas, o cicatrices, una en el costado izquierdo, bajo el pecho; y otra en el costado derecho, justo en la cadera; y sus muñecas están marcadas por diversos cortes, algunos de ellos siempre recientes.
En su forma Hikari (Luz), su pelo se torna blanco y sus ojos brillan intensamente, al igual que las dos cicatrices que tiene en su vientre, provocadas por los experimentos de su infancia.
*Anotación: Cuando se enrabieta o se enoja, pasa a su forma primaria (Ambos ojos se vuelven morados). Y, si el enojo va a más, de su ojo IZQUIERDO sale una pequeña llama, también morada.
★ Oficio: No llegó a cumplir el objetivo por el que fue creada, y tampoco piensa cumplirlo en un futuro. Se podría decir que es... ¿ladrona? Aunque se le da bastante mal.
★ Raza: Nació siendo una humana con poderes. Ahora es inmortal, aunque ni ella sabe exactamente lo que es.
★ Poderes: Cuando todavía era humana, tenía el poder de la teletapía; podía leer las mentes de los demás. Pero, cuando empezaron a experimentar con ella, empezó a perder ese poder, hasta que terminó por perderlo del todo.
Puede teletransportarse a cualquier lugar en el que ya haya estado, o, simplemente con pensar en una persona, se teletransporta en el lugar donde se encuentra. Eso de observar una imagen y teletransportarse con sólo pensar en la misma, no le sirve; debe de haber olisqueado el ambiente, sentido los colores.
Su rapidez es supersónica, pero suele controlarse al usarla, pues le cansa. Puede mover objetos o hacerlos "desaparecer y aparecer" (Los teletransporta a su mundo y luego los vuelve a traer) y, gracias a las dos coletas que se hace de vez en cuando, puede controlar el viento.
Sabe que posee un poder excepcional, el de su forma Hikari, con la que puede llegar a tener visiones, aunque no sabe cómo, por qué o si son del pasado o del futuro.
★ Personalidad:
Antes era tripolar. Una de sus tres "personalidades" se desvaneció, quedando sólo dos. Estas dos, se han unido ahora en una sola -De ahí su heterocromía-.
El color verde de su ojo izquierdo representa su lado más humano; cariñoso, amable e inocente.
El color morado de su ojo derecho representa su instinto asesino, pero el cual puede controlar en la mayoría de las ocasiones.
Muy pocas veces florece su forma Hikari, siempre cuando toca a alguien o a algo. Durante ésta, tiene una visión, ya sea del pasado o del futuro, sobre la persona o el objeto que toca. Tras la visión, está varios minutos fuera de sí, distraída.
En general es bastante amable. Posee un fuerte instinto protector, se trate de quien se trate. Una vez que se la conoce, es muy buena persona. Siempre antepone los intereses de los demás a los suyos, intentando ayudar a la gente al máximo, siempre siendo positiva. Al contrario de cuando se trata de asuntos propios, que siempre es negativa. No le gusta contar sus problemas, ya que no le gusta que sientan lástima por ella. A pesar de los años que ha vivido y de su edad aparente, en más de una ocasión parece una cría, incluso menor de edad.
Tiene un carácter un poco raro, pero es de fiar.
★ Curiosidades: Cada vez que le tocan se sonroja, y siempre lo intenta disimular con una risilla.
Cuando le preguntan sobre sus problemas siempre suele decir "No importa" o "No pasa nada".
Cuando está sentada en el suelo, o tumbada en algún sitio, siempre suele encogerse sobre sí misma, inconscientemente.
Cuando siente muchísimo aprecio por alguien le regala una parte de su alma, en forma de lazo negro. Y, aunque lo ha intentado varias veces, nunca consigue que ese lazo salga de un color distinto.
Se pirra por el chocolate. Ha llegado a alimentarse sólo del mismo.
Detesta las nuevas tecnologías. ¿Aparatos electrónicos? Ya tiene suficiente con el programa instalado en ella. Aunque se le puede denominar también "virus".
Se siente segura con las armas de fuego, siempre y cuando sea ella quien las empuña.
Desprende un agradable olor a mora, provocado por el programa en su interior.
★ Jinkō bīchi: Una noche, tras recuperar la memoria, mientras vagaba sin rumbo por las calles, se paró en un callejón. Se sentó en el suelo, apoyada en la pared, encogida sobre sí misma, a llorar desconsoladamente. En su cabeza empezó a formarse un deseo. Tan fuerte lo deseó, que cada partícula de su cuerpo respondió, liberando todo su poder. El poder del programa. Cuando abrió los ojos, ya no se encontraba en el callejón oscuro. Un mar inmenso se abría ante ella. Tras ella, un gran muro de piedra no dejaba ver lo que había más allá. La playa se extendía a izquierda y derecha hasta donde la vista alcanzaba. Una arena fina, suave y casi transparente, y un mar añil, cristalino. Había creado su propio mundo, sin apenas darse cuenta. Lo llamó Jinkō bīchi (Playa artificial).
En este mundo, puedes pensar en cualquier cosa que desees, concentrarte en su forma, en su olor, en su tacto.. y hacerlo aparecer, tan real y tan perfecto como el original. Pero transcurridos ocho minutos, desaparece.
-El poder de Noko tampoco es ilimitado.-
★ Arma: Un cañón. Cuando no lo utiliza lo transforma en un pequeño cuchillo, que guarda en sus botas o deportivas. Si no lleva calzado lo hace desaparecer, teletránsportándolo a su mundo; y, si lo tiene que utilizar, no tiene más que teletransportarlo a su mano.
★ Historia: Nokomis nació a principios de la era Meiji, la llamada también "era del culto a las reglas", allá por 1870. Pasó su corta pero feliz infancia en Japón, donde nació. Su familia, los Key, no era una familia muy adinerada ni tampoco tenía un nombre muy conocido, pero vivían bien. Tenían un pequeño negocio familiar. Su padre, Kuroichi Key, cuyo padre era inglés -De ahí el apellido "Key"-, trabajaba muy duro para sacar a su madre, Aono Koizumi, y a ella adelante. Pero Noko no era una humana cualquiera. Podía leer la mente y teletransportarse, lo que les facilitó bastante las cosas. En el colegio tenía muy pocos amigos, por no decir que no tenía. Nunca fue buena entablando amistades, y sigue sin serlo.
Cuando apenas tenía ocho años, contradiciendo un poco lo que el nombre de aquella era significa, Nokomis fue secuestrada y llevada a Europa. Durante los siguientes ocho años, Noko no volvió a ver la luz del sol.
-Sus padres, muy apenados, intentaron buscarla, sin éxito.-
Hicieron todo tipo de experimentos con ella. Pero también le dieron una educación; no le faltaba de nada y casi todo eran lujos, pero no podía salir y echaba de menos a sus padres.
Éstos, intentando llenar el vacío que Noko había dejado en sus corazones, trajeron al mundo a otra niña, Michi. Michi tampoco era una humana corriente. También poseía poderes, pero no le dio tiempo a desarrollarlos.
Cuando Noko cumplió los 15 años, realizaron un último experimento, el definitivo. Lo llamaron Kyōki (Arma letal).
Kyōki consistía en cuatro partes:
·La primera: cambiaría de tal forma el ADN del sujeto que despertaría en su interior una doble personalidad; más sanguinaria y más feroz. La llamaron "forma primaria".
·La segunda: gracias a este programa, los creadores podrían controlar al sujeto con su propia mente.
·La tercera: se le atribuían al sujeto poderes casi sobrehumanos.
·La cuarta: el sujeto se convertía en inmortal.
Había una quinta parte, pero ésta solo se la aplicaron a Noko y a su hermana:
·El programa fue instalado también en Michi. Su finalidad era, simplemente, mantener controlada a Noko, pues, gracias al programa, si mataban a Michi, Noko también moría. Pero no funciona al revés.
Cuando terminaron de instalarles el programa, les borraron la memoria: Michi no recordaba nada del experimento, y los recuerdos de Noko sólo empezaban a partir de los ocho años, de manera que sólo recordaba su vida en los laboratorios.
Durante el año que siguió al experimento, Nokomis realizó entrenamientos muy duros. Pero se iba haciendo mayor, y nada de lo que sucedía a su alrededor le gustaba. Su forma primaria terminó por salir antes de lo que "los creadores" supusieron. Por esa razón no pudieron defenderse de ninguna de las maneras cuando Noko destruyó todo el laboratorio y mató a los que había allí. Al desatarse su instinto asesino antes de tiempo, todos los recuerdos volvieron a la memoria de Noko.
Vagó por el mundo, teletransportándose en un sitio y yendo a otro, sin rumbo. No se atrevía a volver a Japón, a su casa. Se había convertido en un monstruo.
Una mañana, un día nuboso -Tiempo después de que creara Jinkō bīchi-, tropezó con un chico. Era alto, moreno y de ojos azules. Su rostro le era familiar, pero no terminaba de recordar de qué lo conocía. Tenía una mirada hipnótica. Anisaki, así se hacía llamar, había participado en los experimentos; incluso él, aún siendo un "creador", se había ofrecido para que experimentaran con él. Ahora era como ella, solo que él, al ser "creador", podía ordenarle lo que quisiera.
Tras un par de días de encuentros e intercambio de palabras, Anisaki encontró la manera de llegar a la mente de Noko, y le implantó una orden: encontrar a una persona y matarla. Noko, sin ningún remedio, tuvo que obedecer.
Pasaron los meses, llenos de búsquedas fallidas, hasta que dió con la persona que buscaba. Pero en cuanto la vió e intercambió unas cuantas palabras con ella, no pudo matarla. Era Michi.
Noko le explicó cómo había pasado esos últimos ocho años, mientras que Michi le contó que hacía apenas un año sus padres habían muerto. Fue un golpe muy duro para ella. Pero ahora debía luchar por su libertad y por la de su hermana.
Juntas, uniendo fuerzas, volvieron a reencontrarse con Anisaki; cara a cara. Lucharon con ansias de sangre en sus respectivas formas primarias, y terminaron por destruir a Anisaki.*
Tras la incansable lucha, ambas hermanas se separaron por un tiempo indefinido. Noko desarrolló una tercera personalidad, completamente neutral, gracias a la cual pudo controlarse hasta hace poco; pues ya no la necesita.
Ya han pasado muchos años de todo esto, pero para ellas dos es como si hubiese ocurrido hace nada; son inmortales, no envejecen. Aunque Nokomis ya se ha dado cuenta de su inmortalidad.
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*A continuación, más detallado, el encuentro, la lucha y... la victoria.